Quería escribir del frágil
sentimiento humano de querer llamar la atención y sus vicios. Sin embargo, opté por escribir por uno de mis vicios personales,
visitar cafés. La idea de entrar a un café nuevo es enviciante, degustar el
café que sirven y acompañarlo con algo que te embriague el paladar, es
simplemente sublime. Pues las calles que recorro son las de Caracas, la llamada
“Sucursal del Cielo”. Los últimos
tiempos, la historia de mi vida la he degustado con un buen café. Cada paso que
me lleva a mis metas personales, son pensados y armados con café. Incluso a
veces con el café del desayuno, he tenido epifanías.

La campaña de los cafés tiene por
objetivo la charla en vivo, la cual, lucha en contra de lo frío de las actuales
redes sociales, parece vigente en muchas mentes. Mi intención cada vez que
invito a vernos por un café es por ello. La gente que incluso no ama el café se
contagia con libre alegría. Eso sí, el café no debe estar muy bueno pero
digamos que la compañía sí, es la magia del momento, en especial si la compañía
eres tú pues va con eso de gustarse y tu autoestima.
Mientras estoy modificando mi
borrador original, pues está cayendo un “palo de agua”, y fue inevitable ir por
mi respectiva tacita, ya sabes de café con espumante leche. Por cierto, entre
los mejores cafés está el de Colombia y como buena venezolana pues amo el de mi
tierra.
Bueno creo que ya te he confesado
mi vicio de hacer paradas en los cafés, que el secreto es la compañía y que
puedes hacer un plan de hasta conquistar el mundo mientras el aroma del marrón
oscuro del café te seduce. Ahora lo único que me queda por decirte es una
pregunta, ¿cuándo y dónde fue ese último café que tuviste recientemente?, bueno
pues ve a disfrutar en tu tiempo libre de un café y no olvides de invitar a
alguien.
Nos leemos con otro café.
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